6.12.08

HABLA POR SU DIFERENCIA (Lohana Berkins)

Cien kilos de puro feminismo

Lohana Berkins es una travesti guerrillera. Y dispara:

“En una sociedad que te obliga a definirte como hombre o como mujer, es más divertido decir: soy travesti. Lo ideal sería que cada uno pudiera hacer, ser y tener la imagen que quiera. La pregunta que yo me hago es si en esta sociedad tan alineada, tan educada, tan etiquetada, todavía se puede hablar de instintos primarios y deseo puro. ¿Hasta dónde estructuramos el deseo? La opresión, desde el punto de vista de las travestis, tiene que ver con que sólo se puede ser hombre o mujer en el esquema sexo-género (que implica que a una condición biológica le corresponde un determinado rol social y un deseo; mujer=madre=ama de casa). Esta sociedad se pone un poquito permisiva –un poquito–, y dice: pueden ser gays o lesbianas. Y justamente el travestismo viene a producir un quiebre. ¿Por qué tengo que elegir entre los dos géneros, como si estos géneros fueran la panacea del mundo, uno por opresor y la otra por oprimida?

Yo siempre digo que soy doblemente Judas. Los hombres sienten que nosotras somos traidoras al patriarcado, porque teniendo el pene, el símbolo, renunciamos al poder. El segundo cuestionamiento viene por rechazar la imagen de mujer que propone esta sociedad. Lo que a mí me pasa en la vida, me pasa justamente por llamarme Lohana y por portar el estandarte de la imagen femenina. Porque si yo me hubiera quedado como un gay clase blanca, con título universitario, no me hubiesen pasado las mismas cosas. En todos los ámbitos de su problema –la mujer negra, la mujer lesbiana, la mujer prostituta, la mujer que abortó, la mujer profesional – la mujer tiene una historia parecida a la nuestra.”[1]

“El mercado nos pide putas, no secretarias. Los lugares más certeros que tenemos son la prostitución, la marquesina o la comicidad. Aun en la dictadura las travestis fuimos en los carnavales el lugar posible para la risa. Porque a una travesti se la obliga a estar mostrando todo el tiempo lo que quiere ser. Eso sucede porque nos niegan el derecho a la educación, a la salud, al trabajo fuera de la prostitución, a menos que nos hagamos invisibles.”[2]

Trans, travesti, transexual, transgénero. Mas allá de las disputas en el terreno de nombrar y nombrarse, las chicas se construyen en lo publico, en la batalla cotidiana por explotar en sangre la mirada de curiosos, voyeristas y demás mojigatos y mojigatas que suponen que las sexualidades para existir deben pasar por la aprobación de sus estúpidas miradas. Las travestis existen y se construyen mas allá de que las leyes les concedan un nombre, sin embargo necesitan de la burocracia estatal, que con leyes pelotudas justifican la discriminación, que no es otra cosa que la violencia que las chicas sufren por parte de la policía y de los machos tan poco machos; y de las mujeres que con tan poca capacidad de alzarse como mujeres, sienten peligrar la femineidad.[3]

“el sentido del humor para mí es una herramienta de supervivencia. Las travestis somos un poco así... aunque algunas, por tanto sufrimiento, se han dejado doblegar. Pero el humor de las travas a mí me fascina, te digo que en un velorio, en la tragedia más grande ellas son capaces de hacerte reír o de ver más allá de lo que nadie quería ver (...) Al menos de las madurillas, las niñas ahora están inventando otro mundo. Pero nosotras teníamos hasta el carrilche, que no sé si es un dialecto que existía o era de las travas, que lo hablábamos cuando frente a la policía no queríamos que nos entendieran y que además de las palabras tenía todo un código de gestos, de miradas (…) La visibilidad es inherente al travestismo, porque Florencia de la V es Florencia de la V y no estuvo en prostitución, en cambio lo gay y lo lésbico permiten ocultarse o preguntarse cuándo, dónde y por qué lo digo. El travestismo no, es el aquí y el ahora, es lo presente, ¡es el verbo encarnado!”[4]

Las travestis enfundan un peligro sobre el campo social. El peligro de socavar la maquinaria estatal y los negocios de la prostitución. El peligro de des-mitificar la femeneidad, llevándola al extremo, desvelando su carácter intrínsecamente construido. El peligro de estallar por las sabanas la mentira del binarismo hombre-mujer. Pero sobre todo enfundan, el peligro del deseo, de ser deseadas por los maridos morales. Ponen la pija en el toque del escándalo, en el culo. Y en el deseo. Cuestionan la hipócrita economía del deseo. No soportan desear aquello que escupen como monstruoso, porque los trasvierte en morbosos a ellos.

No estamos diciendo que ser travesti de por sí es subversivo, porque para es necesario trabajar en la conciencia, pero su lugar dialécticamente vinculado con la marginalidad, acrecienta su deseo de cuestionar el poder.

No se lo bancan, no se las bancan. Pero se las quieren coger. Llegará el delicioso día en que ellas se los cojan sistemáticamente hasta que se la banquen.[5]

“Yo soy una travesti, una mujer, socialista, indígena, gorda, de color, pobre, obrera. Soy todas estas cosas y mucho más. Y lucho para forjar un mundo donde seré aceptada por todo lo que soy.”[6]

Lohana Berkins



[1] www.socialismo-o-barbarie.org: “Travestida para trasgredir”, entrevista a Lohana Berkins realizada por Clarisa Palapot.

[2] Página 12, Radar. 3 de noviembre de 2002.

[3] Editorial programa radial “Desobedientes en radio”, Radio Estación Sur 91.7. 2008.

[4] Indymedia Argentina. Centro de Medios Independientes. 2008.

[5] Editorial programa radial “Desobedientes en radio”, Radio Estación Sur 91.7. 2008.

POR EL CULO, POR FAVOR

.

De la tensión constante entre,

ser fuente de pleno placer

y/o/u

otro dispositivo de control,

resultará:

el culo [ano].

Ser vehículo en el y del tramo final,

de la mierda [heces]

lo condena

a una relación perpetua

con lo in-mundo,

de allí la obsesión por limpiarlo,

y [sobre todo] cerrarlo.

El culo [ano] a/no!:

espacio de fuga, circuito del poder; del saber;

acerca de aquello: enigma de que?

preguntas acerca de;

los minúsculos pliegues,

de la sexualidad.

Hasta aquí:

el culo.

El resto, carnes para el carnaval

[nalgas [cachas] prolijamente cepilladas].[1]

Historia del orto!

mundo

Un objeto de estudio tan usado pero poco estudiado; arrojado en los confines más oscuros: yace el culo. O ano. Se perdonarán las reiteraciones pero aquí venimos con la tarea de exhibirlo, hasta el extremo, en que pueda reventar en mierda. El ano es el lugar de la concentración: hacia dentro – canal anal, recto, y hasta podríamos agregar próstata en el caso de este artículo – y hacia fuera – glúteos, culo - , el orificio concentra la luz y la sombra del umbral. Circuito de mierda, semen, sangre, salivas y hasta drogas, el culo se transforma en unos de los lugares del cuerpo más explorados; pero en el discurso carece de lugar, de representación posible, por fuera de lo desagradable.

Omar Acha en “El sexo de la historia” emprende una batalla contra la historiografía y su reproducción heterosexista, por ubicar al ano como lo oprobioso, por negarlo como lugar, agujero de conocimiento. El escritor propone analizar el ano como objeto de estudio, como se ha escrito, el Análisis, comprender la retórica del ano. Todo lo que se puede decir de los atributos y usos del ano. Aquellos discursos que lo construyen histórica y políticamente. Esos pliegues de tejidos dicen acerca de los confines de la sexualidad. Los confines, el culo del mundo.

La historia del ano se reduce a pequeñas narraciones de la historia de la homosexualidad. Sin embargo la propuesta historiográfica del Análisis consistiría en rastrear aquellas concepciones de lo excluido (el ano), porque la elusión de la historia habla de un culo políticamente asustado; la historia siempre ha sido la historia de las penetraciones, por ende los culos quedan marginados. Según Acha, que el ano genere tantas resistencias analíticas se debe a la imposibilidad de tematizar una zona erógena cubierta de ignominia. La imposibilidad de una representación; la negación de la posibilidad.

Exhibir lo anal, exponerlo públicamente, supone desquiciar la supremacía de la genitalidad falocéntrica; además de interpelar a una historia cimentada en un ordenamiento y jerarquización fálica del cuerpo. Y en esa jerarquización, el culo es la cloaca del mundo.

Como afirma Acha, el ano históricamente se ha construido en base a su función excretora, cloaca de representaciones, que excluye la sexualidad, la erogeneización de la zona; y afirma en su ausencia, el poder del falo – metáfora del pene - en la regulación y jerarquización de la sexualidad y por ende, la jerarquización de las relaciones sociales.

El psicoanálisis, reconoce una etapa anal, pero como una etapa arcaica y primitiva del desarrollo psicosexual, que pertenece a la sexualidad infantil; que llegado el momento de la adultez cederá el paso a la primacía genital, o bien, la fijación en la etapa anal garantiza paranoia o psicosis.

El ano es una construcción histórica, que habla de la jerarquización de cuerpos envestidos por focos de poder, cuerpos divididos en zonas donde se disputa el poder. Y el ano aparece como el lugar de la humillación. Es el lugar de la concentración del cuerpo. Pliegues que invitan a pensar otra lectura de la sexualidad, del placer, de la mierda.

contra-mundo

Osvaldo Lamborghini construye una metáfora de lo que Freud llama desarrollo psicosexual; construye sistemas de relaciones donde lo anal define la jerarquía. Sociedades reguladas por la actividad anal. Tadeys es un fragmento de novela, aparecida de forma póstuma en 1994. Pero más que un texto literario, Tadeys es, como define Peter Teltscher, un “subversivo contraproyecto de construcción de la masculinidad argentina y una revisión paródica…”[2]. Lamborghini mira la historia por el agujero del culo.

Según Peter Teltscher, Tadeys abre dos mundos posibles, uno “actual” y otro arcaico, perdido. En dos momentos temporalmente separados de la novela Lamborghini construye una realidad cruda -pero carnavalizada- y otra posible, algo así como un paraíso anal, de puro placer, a pura cacha dilatada.

La moderna ciudad de LacOmar presenta cuerpos al servicio de la funcionalización del estado, a diferencia de la desaparecida sociedad de los Tadeys: el reino del culo. Como parte de un proyecto estatal de reeducación de delincuentes, LacOmar aparece como una máquina de putos. El proceso consiste en convertir a machos viriles en finas damitas. El culo, la violación del culo, es la transición entre el hombre y el nuevo no-hombre. El culo de las damitas pasa a ser su único órgano sexual, su culo es su Yo. Las relaciones sexuales entre hombres en la modernidad, son violaciones que resguardan las estructuras de poder.[3]

Llamativo, como Lamborghini pone el acento en las estructuras de poder, y las relaciones que se gestan en ellas, sean homosexuales, heterosexuales u otras.

El otro - mundo Tadeys, desaparecido, mitificado; emerge como el reino de la homosexualidad, la anarquía del culo. Las relaciones sexuales entre Tadeys hombres son con el único fin de obtener placer; la homosexualidad se erige como la regla y la heterosexualidad se reduce a la estricta procreación. Los Tadeys festejan la “pasividad”, la actividad anal, y el penetrado adquiere en esa relación el poder de recibir. La estructura fálica la de la sexualidad es desmontada por la analidad, ubicando al culo como el gran eje del poder.

En cuevas con agujeros con capacidad para una sola persona, cual metáforas de grandes anos, los Tadeys “practicaban la misma aberración, una sodomía tan incesante”[4]. Coger, dejarse coger – por sobre todo – y acabar. Y por puro placer homosexual.

Ante la ausencia de culos productores de conocimiento, Lamborghini construye una(s) historia(s) del orto. Un culo funcionalizado y otro como zona erógena por excelencia; trastocan el falocentrismo sobre el que está fundada la sexualidad, a la par que abren el debate sobre la economía del placer.

De todas maneras ¿Qué puede ser más real? ¿La historia de un ano expendedor de mierda o las alucinaciones nostálgicas de Lamborghini?

Puto de mierda

Sin duda, donde más se han extraído respuestas acerca de las prácticas anales, es en las relaciones homosexuales, entre putos, entre hombres. Hasta el extremo insólito de tildar de homosexual a cualquier hombre que utilice su ano para el placer. El culo no es privativo de los putos, pero son ellos, quienes más lo han explorado y fabricado a través de sus prácticas.

El culo abre, inaugura la entrada a la homosexualidad. El ano – uso de él – delinea los límites entre una categoría y otra. La practica anal, ubica al varón, socialmente construido, en la categoría de puto. Roto el culo, el hombre es desmasculinizado y ubicado en la pasividad. Un culo roto es un no-hombre.

El ano resuelve la tensión, la lucha por la masculinidad y usarlo sería renunciar a ella, para erigirse como puto. Hace peligrar la masculinidad. Las damitas de LacOmar eran des-machados a través del sexo anal violentado.

Zona de riesgo, que define cuan macho se es. Abre categorías y binarismos obsoletos: activo-pasivo, puto-hétero, hombre- puto, loca-chongo, puto-puto. Por supuesto que hablamos de un ano edificado políticamente a lo largo de la historia, en un discurso que lo fuerza a cerrarse, pero pone el culo en la llaga.

La construcción histórica ha cambiado y ahora las relaciones homosexuales parecen hacer un uso menos jerárquico. En la relación puto-puto, parece estar en igualdad de condiciones. Las prácticas homosexuales desplazan los lugares asignados por la norma heterosexual e inauguran otros. En ellos, pueden olerse culos hedientos de placer - y no nos vamos a cansar de repetirlo, esto es militancia anal –

Néstor Perlongher entiende que las fuerzas que pugnan en la violencia concentrada de la homofobia, convergen en el ano, “todo un problema con la analidad”[5]. Con la obsesión de resguardar y limpiar el esfínter; el controlar el esfínter marca, según Perlongher, un punto de subjetivación: centralidad del ano, en la constitución del “sujetado continente”[6]. Retener el ano; un ano que retenga, asegura la civilización humana, ya capaz de reprimir la sexualidad.[7]

Dirá Perlongher, la persecución de la homosexualidad imprime reglas sobre los cuerpos y “sujetar al culo, es de alguna manera, sujetar el sujeto a la civilización”[8]. Retener el ano implica retener la mierda heterosexual. Perlongher lo grafica: “la homosexualidad siempre es anal. Puto de mierda”.[9]

“En el orondo deambuleo de las maricas a la sombra de los erguidos pinos, mirando con el culo – ojos de Gabes el anillo de bronce - , escrutando la pica en Flandes glandulosos, se modula, en el paso tembloroso, en la pestaña que cautiva, hilo de baba, la culebra, el collar de una cuenta a puta perdida. Perdición del perderse: en el salir, sin ton ni son, al centro, al centro de la noche, a la noche del centro; en el andar canyengue por los descampados de extramuros; en el agazaparse – astucia de la hidra o de la hiedra – en el lamé de orín de las “teteras”: en la felina furtividad abriendo transversales de deseo en la marcha anonida de la multitud facsimilizada; si toda esa deriva del deseo, esa errancia sexual, toma la forma de la caza, es que esconde, como cualquier jungla que se precie, sus peligros fatales. Es a ese peligro, a ese abismo de horror (“Paciencia, culo y terror nunca me faltaron”, enuncia el Sebregondi Retrocede), a ese goce de éxtasis – salir: salir de sí – estremecido, para mayor reverberancia y refulgor, por la adyacencia de la sordidez, por la tensión extrema, presente de la muerte, que el deambuleo homosexual (¡curiosa seducción!) en yiro o giro, de dirige de plano – aunque diga que no, aunque recule: si retrocede, llega – y desafía, con orgullo de rabo, penacho y plumero.”[10]

Dame todo el Power

Para Omar Acha, la “razón más profunda de la polisemia del ano, está dado por su carácter erógeno.”[11] El ano concentra un saber-poder acerca del placer; de la pregunta por el goce – difícil de representar – homosexual. Acerca del goce del hombre. Para qué vamos a hablar aquí de cómo el penetrado recibe estímulos sobre la zona prostática; lugar de producción de hormonas masculinas, por donde circulan los conductos eyaculatorios. No vamos a hablar de cómo el culo puede hacer acabar. ¿o es necesario?

Al culo hay que hacerlo hablar, a través de sus prácticas. Pero sobre todo descoserlo de placer; hasta que la mierda deje de ser in-munda y la comamos en bandeja.



[1] Publicado en Fotolog Popular “SamRock”. 2008.

[2] Peter Teltscher, “El informe deforme de Osvaldo”, en “Desde aceras opuestas”; Ingenschay Dieter (ed.).2006.

[3] Que alrededor del 97 % de la comunidad trans viva en situación de prostitución, habla de las violaciones sistemáticas; hombres y hombres que se las cogen todos los días.

[4] (Los) Tadeys. Osvaldo Lamborghini. 1994.

[5] Perlongher, Néstor, “Matan a un marica”. Publicado en Revista Fin de Siglo Nº 16, Octubre de 1988

[6] Perlongher, Néstor, op.cit.

[7] El psico-análisis prepone un modelo represivo para mantener el “orden”; a más represión, mayor civilización. Foucault le romperá el culo demostrando que la sociedad victoriana no reprimía algunas prácticas, sino que las ocultaba para mantener la doble moral burguesa.

[8] Perlongher, Néstor, op.cit.

[9] Perlongher, Néstor, op.cit.

[10] Perlongher, Néstor, op.cit.

[11] Acha, Omar, “El sexo de la historia. Intervenciones de género para una crítica antiesencialista de la historiografía.”